El credo progresista, con todas sus fuerzas, escenifica su particular oficio de tinieblas en medio de la agonía de la Nación Española para que ésta acepte de rodillas, encantada y de buen talante, el destino manifiesto que el progreso le reserva: su destrucción.


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Así está el revuelto patio pre-electoral en España. Los augurios vaticinan la victoria de los justos, de los santos, transmisores y supremos intérpretes de la nueva religión, laica y secularizada, del progreso histórico y su catequesis, la EPC. Santos gobernantes “a la altura de los tiempos”, místicos creadores adictos a la cocaína, plumíferos ungidos con el soplo del espíritu del pueblo (o de los pueblos) y adivinos, augures, que escrutan por teléfono las entrañas del bicho, lo dicen y pregonan: ganará el progreso, el talante. Ganará Z, ese ser único, dechado de virtudes y beatitud: lo dice un ungido por la divina Cultura, un tal Escamilla en el número 111 de “La Economía”: “Si observamos atentamente su rostro hallaremos, más allá de esa necesaria e imprescindible respetabilidad institucional, un halo de humanidad iridiscente, un apasionado y generoso espíritu de entrega para con los demás (…) Señor Presidente, gracias por demostrarnos que el poder no siempre acaba oscureciendo la verdad de los seres con vocación de luz”.

Lo dicen Sabina y Serrat, sumos pontífices del nuevo credo de la cultura circunscrita. Lo dicen los alegres y dicharacheros. Lo dicen los de la Junta islámica. Lo dicen los jóvenes, los vejetes afables y bondadosos de los spots publicitarios a quienes ilumina el sol hasta cuando amanece nublado. Lo dice Zerolo, entre promesas de renovados “orgasmos democráticos”. Sólo algunos agoreros, convenientemente identificados por las televisiones progresistas, que visten traje y bigote y dicen cosas horribles del presidente-querubín, se niegan a admitirlo. En esto, y los insultos de González, se resume la campaña electoral del PSOE.

El credo progresista, con todas sus fuerzas, escenifica su particular oficio de tinieblas en medio de la agonía de la Nación Española para que ésta acepte de rodillas, encantada y de buen talante, el destino manifiesto que el progreso le reserva: su destrucción. Al erigirse como auténticos sacerdotes en los altares del Progreso, la Democracia y la Cultura, suben a las alturas y nos hurtan el contenido concreto de su proyecto, mas no únicamente por falta de entendederas, sino, sobre todo, como táctica.

Entendemos esta impostura de tanto progresista (político, intelectual, creador, sacerdote del nuevo catecismo, en suma) como otro modo de ocultamiento de un proyecto que no puede hacerse explícito sin escándalo. De un proyecto, lento y letal para la Nación Española, que requiere tacto y luz de gas cuando se acerca a su clímax, como bien saben los partidos secesionistas en cuyas manos descansa Rodríguez Zapatero. Si los augures aciertan, estos partidos habrán logrado vencer una nueva batalla. Puede que definitiva.

En esta legislatura, organizaciones políticas, pero no partidistas, como La Fundación DENAES para la Defensa de la Nación Española, el Foro de Ermua, la AVT… hemos consolidado una formidable respuesta ciudadana que el próximo domingo tiene que hacerse notar en las urnas. Para que los augures cosechen una nueva decepción, para que los iluminados comprendan la dificultad de su proyecto y para que los agoreros encuentren una razón para rebelarse contra ese futuro fantasmagórico que barruntan para España.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA